martes, 9 de agosto de 2011


Mi queridísima Allie:
Mi mente vaga, y recuerdo lo que pensé esta mañana, mientras preparaba el café, sobre nuestra vida juntos. Kate y Jane estaban allí, y las dos callaron cuando entré en la cocina. Noté que habían estado llorando y, sin decir una palabra, me senté a su lado y les tomé las manos. ¿Y sabes lo que vi cuando las miré? Te vi a ti hace mucho tiempo, el día que nos despedimos. Se parecen a ti, a la mujer que eras entonces, hermosa, sensible y afligida por un dolor que sólo se siente cuando nos roban algo especial. Y por una razón que no alcanzo a comprender, les conté una historia.
Llamé a Jeff y a David, que también estaban en casa, y cuando los reuní a todos, les hablé de nosotros, les conté cómo volviste a mí hace muchos años.
Les describí nuestro paseo, la cena de cangrejos en la cocina, y sonrieron al enterarse de nuestra excursión en canoa y nuestra velada junto al fuego, mientras fuera rugía la tormenta. Les conté que al día siguiente tu madre había venido a advertirnos de la llegada de Lon —se sorprendieron tanto como nosotros entonces—y sí, les confesé incluso lo que ocurrió más tarde, ese mismo día, cuando regresaste al pueblo.
Recuerdo que cuando terminé de hablar, todos guardaron silencio, hasta que Kate se levantó y me abrazó. "¡Ay, papá!", dijo con los ojos llenos de lágrimas. Y aunque yo estaba dispuesto a contestar a sus preguntas, no me hicieron ninguna. En cambio, me hicieron un regalo muy especial.
Durante las cuatro horas siguientes, cada uno de ellos me dijo cuánto habíamos significado en sus vidas. Uno a uno, contaron anécdotas que yo había olvidado hacía tiempo. Cuando terminaron, no pude contener las lágrimas, pues comprendí que los habíamos educado de la mejor manera posible. Me sentí orgulloso de ellos y de ti, y feliz por la vida que hemos tenido. Y nada ni nadie podrá robarme esos sentimientos. Nunca. Sólo hubiera deseado que tú estuvieras allí para disfrutar conmigo de ese momento.
Cuando se marcharon, me senté en la mecedora y pensé en nuestra vida en común. Siempre estás conmigo cuando lo hago, en mi corazón, y me resulta imposible recordar un momento en que no hayas formado parte de mí. Ignoro qué habría sido de mí si no hubieras regresado aquel día, pero estoy convencido de que hubiera vivido y muerto con una pena que, afortunadamente, nunca conoceré.
Te quiero, Allie. Te debo todo lo que soy. Tú eres la razón de mi existencia, mi única esperanza, todo lo que siempre he soñado, y pase lo que pasare en el futuro, cada día a tu lado será el día más importante de mi vida. Siempre seré tuyo. Y tú, querida, siempre serás mía.
Noah




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